martes, 21 de mayo de 2013

ESA LOCURA LLAMADA FUNKO

Funko anuncia para dentro de unos meses el lanzamiento de una serie de los años 80. Figuras Pop! de He-man, Las Tortugas Ninjas, Robocop y mucho mas. Veamos:

Skeletor



He-Man



She-Ra


Robocop

Alien

Predator



LOS 10 COMICS MAS CAROS DEL MUNDO


Con el paso de los años los comics adquieren un valor comercial bastante impresionante, haciendo que caigan solo en manos de los coleccionistas mas fanaticos y acaudalados.
A continuación los 10 comics más caros, enumerados del 10 al 1 de acuerdo a su valor comercial.

10. Whiz Comics. No. 1
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Publicado en Febrero de 1940, es el primer Comic en donde aparece el Capitán Marvel
Su valor aproximado basado en un Comic en condiciones casi optimas (estimación hecha en el 2004)…

U$S 84,000  

 9. More Fun Comics. No. 52
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Empatado en precio y valor con el “Whiz Comics, no. 1″ y publicado en Febrero de 1940 también, es el ejemplar en donde El Espectro hace su primera aparición…
Su valor estimado basado en un Comic en condiciones casi optimas…

U$S 84,000 

8. Flash Comics. No. 1
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Publicado en Enero de 1940, es el Comic en donde aparece Flash, pero su publicación fue muy extraña, ya que se produjeron muy pocos ejemplares y se hizo solamente con fines promocionales… El número dos fue renombrado “Whiz Comics” y curiosamente enumerado como primera edición…
Valor del Comic en condiciones casi optimas…

U$S 97,000

7. Captain America Comics. No. 1
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Publicado en Marzo de 1941, lógicamente este fue el primer ejemplar en donde hizo su aparición el legendario Capitán América
Valor de este Comic en condiciones casi optimas…

U$S 125,000 

6. Batman. No. 1
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Empatado con el Comic del “Capitán América no. 1″, fue publicado en la primavera de 1940 y fue el primer Comic enteramente dedicado a nuestro amigo murcielago Batman.
Su valor basado en un Comic en condiciones casi optimas…

U$S 125,000 

5. All American Comics. No. 16
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Esta edición (la número 16) fue publicada en Julio de 1940 y, fue cuando hizo suprimera aparición La Linterna Verde
El valor aproximado de un Comic en condiciones casi optimas…

U$S 160,000 

4.  Superman. No. 1
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Fue el primer Comic totalmente dedicado a Superman, pero fue una reimpresión del original “Action Comics Story“, que fue publicado en el verano de 1930…
Su valor basado en un Comic en condiciones casi optimas…

U$S 270,000 

3. Marvel Comics. No. 1
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La Antorcha Humana (de los Cuatro Fantásticos) y otros Super Héroes hicieron su primera aparición en esta publicación en Octubre de 1939…
Su valor estimado en un Comic en condiciones casi optimas…

U$S 330,000 

2. Detective Comics. No. 27
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Publicado en Mayo de 1939, fue el Comic en donde por vez primera apareció Batman
Su valor aproximado en un Comic en condiciones casi optimas…

U$S 375,000 

1. Action Comics. No. 1
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Publicado en Junio de 1938. Fue el primer Comic de la serie “Action Comics” y fue la primera aparición de Superman, el cual marcó el inicio de su legado…
Valor aproximado en base a un Comic en condiciones casi optimas…

U$S 3,207,852 *

Un ejemplar casi en perfectas condiciones del libro de historietas Action Comics No. 1 (de 1938), en la que debutó Superman se vendió hoy (26/08/2014) a 3,2 millones de dólares (más precisamente 3.207.852 dólares), a través del sitio de subastas estadounidense eBay. Parece que con el tiempo se fue revalorizando porque en 2011 un ejemplar del mismo cómic, de calidad similar, se había vendido por 2,1 millones de dólares.
La subasta se inició hace diez días con un precio de salida de un dólar. En su momento, hace casi 80 años, el cómic costó diez centavos de dólar. El ejemplar vendido hoy se encuentra al parecer en perfecto estado.
EBay confirmó el precio pero dijo que no podía revelar el nombre del comprador.
Creado por los adolescentes de Cleveland Jerry Siegel y Joe Shuster, Action Comics No. 1 presenta los antecedentes kriptonianos del Hombre de Acero, su papel en la Tierra como el reportero Clark Kent y su identidad como un campeón de los oprimidos. Es visto como el nacimiento de las historieras de superhéroes que allanó el camino para una variedad de hoy famosos personajes.
Se estima que existen entre 100 y 150 ejemplares del número 1 de Action Comics, pero sólo un puñado de ellos en óptima condición, como el vendido ayer.


sábado, 18 de mayo de 2013

CLUB ARGENTINO DE COLECCIONISTAS DE CERVEZA Y GASEOSA

Este club nuclea a coleccionistas de Argentina (en su mayoria) de botellas y afines de cerveza y gaseosa.

En su pagina nos cuentan un poco sobre ellos:

Nuestro Club de Coleccionismo de Cerveza y Gaseosas es la continuación de una Asociación de Coleccionistas fundada en 1997 que debió cambiar su nombre y ampliar su contenido, reconociendo al coleccionismo de gaseosas institucionalmente ya que gran parte de sus asociados lo practican.
Entre las actividades culturales a desarrollar figuran dos Convenciones Internacionales al año, a la que concurren coleccionistas de todo el país y del exterior, y la realización de Exposiciones temáticas. También la edición de una revista y la confección de catálogos de los distintos objetos que coleccionamos, promoviendo su estudio desde nuestra óptica como coleccionistas y las disciplinas con las que se interrelacionan.
Coleccionistas que forman parte de este Club iniciaron su colección hace más de 35 años. Son referencia obligada de consulta de la industria de cerveza y gaseosas, siendo los depositarios del acervo histórico de las mismas.
Cervezas y Gaseosas. Es un reconocimiento a la realidad histórica. Desde fines del siglo XIX las fábricas de cerveza no se limitaban a este producto sino que elaboraban y envasaban soda y bebidas gaseosas. Tanto en América como en Europa.
En Argentina, desde los cerveceros de la época pre -industrial, como Quenard, Monti, Sorokinsky, Henault y muchas otras elaboraban distintas variedades de zarzaparrillas, limonadas y bebidas refrescantes. Ya en el siglo XX los Bemberg elaboraban la Bilz y Bieckert y Río Segundo la Crush y Bidu. Otros como Guerriero, Piazza, etc., elaboraban sus propias marcas de gaseosas. En todas las sucursales de las grandes fábricas se elaboraba hielo y se envasaba soda. El surgimiento de grandes marcas de gaseosas en el mundo, entre las que se destacan Coca Cola y Pepsi Cola, con un caudal de material excepcional, cuyo coleccionismo aumenta día a día, y atrapa a buena parte de nuestros socios.

El Club organiza eventos donde los aficionados se reunen para charlar, comprar , vender o canjear articulos de coleccion. Pero volvamos a su pagina:

¿QUIÉNES Y POR QUÉ?

Somos un grupo entusiasta de coleccionistas que tenemos un común denominador: LA CERVEZA, no porque todos la bebamos en abundancia, sino porque coleccionamos algún objeto vinculado o perteneciente a la misma. Algunos, los más osados, coleccionamos todo. Otros, más sensatos, eligen aquello que más les atrae por ignotas razones. Así tenemos, coleccionistas de latas, posavasos, cristalería, etiquetas, destapadores, bandejas, carteles, botellas de distintos materiales, neones, y cualquier artículo publicitario que podrían ser docenas de etc.. Los más pudientes, botellas de gres y carteles esmaltados.
Unos juntan, acumulan. Otros, además, estudian e investigan.
Es contagioso. Se empieza por un objeto determinado y pronto se sigue con otro. De esta forma nuestro mundo se agranda y, si además investigamos, nuestro acervo cultural va ampliándose indefinidamente.
Y luego esto, una asociación, o un club, o como quieran llamarlo, que además de ayudarnos a conseguir y conocer piezas insospechadas, nos llena también de amigos insospechados, en lugares más insospechados aún.
Coleccionar es un estilo de vida. Los coleccionistas somos seres especiales. Ni mejores ni peores que otros.
El que no colecciona nada, se pierde el placer del hallazgo de la pieza conseguida. Y ni hablar cuando se trata de un objeto raro o hasta ese momento desconocido.
Te invitamos a compartirlo, entre todos podemos conseguir mucho más.

Para mas informacion: http://www.cervezaygaseosas.com.ar/

viernes, 17 de mayo de 2013

EL CLUB DUMAS - ARTURO PEREZ-REVERTE

Una excelente novela que nos adentra en el mundo de los bibliofilos a traves de una muy buena trama. Esta novela fue llevada al cine con el nombre de "La novena puerta" en 1999

Aca la sinopsis: 

¿Puede un libro ser investigado policialmente como si de un crimen se tratara, utilizando como pistas sus páginas, papel, grabados y marcas de impresión, en un apasionante recorrido de tres siglos? Lucas Corso, mercenario de la bibliofilia, cazador de libros por cuenta ajena, debe encontrar respuesta a esa pregunta cuando recibe un doble encargo de sus clientes: autentificar un manuscrito de Los tres mosqueteros y descifrar el enigma de un extraño libro, quemado en 1667 con el hombre que lo imprimió. La indagación arrastra a Corso y con él, irremediablemente al lector a una peligrosa búsqueda que lo llevara de los archivos del Santo Oficio a los libros condenados, de las polvorientas librerías de viejo a las más selectas bibliotecas de los coleccionistas internacionales.

LOCOS POR LOS LIBROS RAROS Y CAROS

Exquisitos, celosos, fetichistas y dispuestos a dejar energías y fortunas con tal de conseguir lo que han estado buscando, en muchos casos, durante años. Los bibliófilos españoles no presumen en público de sus logros; sólo lo harían para dar envidia a un competidor. Magazine visita a cinco de nuestros principales coleccionistas y hojea sus mejores joyas literarias. 
Enrique Múgica Herzog.
Enrique Múgica Herzog.


Joaquín González Manzanares.
Joaquín González Manzanares.


Javier Cerezo.
Javier Cerezo.


Luis Caruana.
Luis Caruana.


Cuenta Umberto Eco que todo coleccionista de libros sueña de manera recurrente con una viejecita que, por necesidad, acude a él con la intención de desprenderse de un viejo libro. El bibliófilo recuenta las líneas de algunas páginas y comprueba que, efectivamente, suman cuarenta y dos y que se trata de una de las biblias de Gutenberg, el primer libro impreso de la historia, en 1454. Sigue soñando, para "calcular que a la viejecita le quedan pocos años de vida y que necesita de curas médicas. Por ello, decide ahorrarle el encuentro con un librero deshonesto, que quizá le daría sólo minucias, y le ofrece, en cambio, 100.000 dólares, con los cuales ella, extasiada, renovaría su vestuario hasta el día de su muerte y él conseguiría así un tesoro para la propia casa". Por una sola hoja de la Biblia Sacra Mazarinea, recientemente se han llegado a pagar 18.000 euros.
"De ésos, bibliófilos apasionados y entendidos, en España se cuentan con los dedos de las manos", afirma Luis Bardón, quizá el librero de mayor prestigio patrio. Antes de la Guerra Civil, su padre tuvo en su poder las dos partes de la primera edición de El Quijote, que acabó vendiendo, claro, aunque no dice a quién. "Tardó bastante tiempo en venderlas, ya que su precio rondaba las 150.000 pesetas y con ese dinero entonces se compraba un edificio de la Gran Vía", afirma. Actualmente se conoce el paradero de 23 ejemplares de aquella edición princeps —la primera de todas— de Juan de la Cuesta, la mayoría en manos de instituciones. Si alguno de ellos saliera al mercado, alcanzaría un precio cercano al millón de euros.
Exquisitos, pero también celosos, fetichistas, amantes de lo raro, de la pieza de culto... Así son los coleccionistas de libros. Por tradición, el mercado español es más pequeño que el británico, el francés o el ita-liano, y está muy limitado a las publicaciones nacionales, cada vez más escasas, ya que muchas acaban en bibliotecas de organismos públicos.
También viene de lejos su condición de profesionales liberales. Desde el siglo XIX —sobre todo a raíz de la desamortización eclesiástica de 1836, cuando se formaron grandes bibliotecas privadas—, abogados, políticos y empresarios han competido con la nobleza en su afán coleccionista. Lo fueron, entre otros, Godoy, Agustín Durán, Vicente Salvá, Bartolomé Gallardo o Menéndez Pelayo. También fueron grandes bibliófilos el Conde Duque de Olivares, los duques de Medinaceli, de Osuna, de T’Serclaes, y su hermano, el marqués de Jerez de los Caballeros, que en 1902 vendió la mejor colección privada del momento al magnate norteamericano Archer M. Huntington —que a la par adquirió parte de la colección de Cánovas del Castillo, dueño de 30.000 libros—, lo que provocó cierta alarma social entre los intelectuales españoles. Huntington tuvo que prometer a Alfonso XIII que no expoliaría el patrimonio bibliográfico español y, al cabo de dos años, fundó la Hispanic Society of America.
Hoy han tomado el relevo académicos como Arturo Pérez-Reverte, comprador muy activo, que hace honor a su personaje de El Club Dumas, personalidades como Javier Gómez Navarro, Enrique Múgica, Herrero de Miñón o la familia March; pero también profesores de universidad, letrados, notarios, empresarios..., figuras desconocidas para el gran público, todas masculinas, como el constructor Joaquín González Manzanares, el profesor Manuel Ruiz Luque, Javier Krahe —ingeniero y primo del artista del mismo nombre—, el consultor Luis Caruana o el abogado Javier Cerezo.
Personalidad. Cierto bibliófilo colocó en todos sus volúmenes la leyenda "Antes prefiero ser destruido o quemado, que dejado o prestado". Como cualquier comunidad, la bibliófila comparte unas reglas y unas leyes no escritas. La envidia sana y los celos están a la orden del día, hasta el punto de llamarse entre ellos para comunicar un nuevo hallazgo. Nunca presumen ni fanfarronean ante los profanos y jamás revelan el precio de su última adquisición si no se trata de una ganga. Parte del disfrute estriba en poseer una pieza que otro bibliófilo desea. "Tenerla en casa, tocarla, olerla, mirarla, disfrutarla como una joya. Y si, además de bella, el tema es interesante, se disfruta muchísimo más", afirma Luis Caruana, economista valenciano, uno de los más apasionados coleccionistas actuales, quien asegura que, sin duda, "hay placer en leer a Bocaccio, a Petrarca o a Séneca en las primeras ediciones castellanas del siglo XVI, impresas en tipografía gótica". Quizá por ello, el periodista franquista César González Ruano anotó en su Diario íntimo: "Los libros se huelen y, aparte de esto, pueden o no leerse luego".
Jamás se compra un libro sin conocer su precio y estudiarlo antes; sin revisar hoja por hoja, en busca de lo extraordinario; sin comprobar que estén todas las páginas, que pueden estar planchadas, solapadas o falsificadas. El valor de un libro depende de muchos factores; para empezar, de su estado de conservación y de la cadena de anteriores propietarios. Gracias a un ex libris, a una dedicatoria o a un escudo de armas impreso, se sabe que estuvo, por ejemplo, en manos de reyes como Carlos III o Carlos IV. Incluso si llevan la marca de un gran bibliófilo que marcó una época, como Salvá o el marqués de la Cortina, es una prueba irrefutable de que el fetichismo no distingue entre objetos coleccionables, aunque, en el caso de los libros, es un fenómeno más común fuera que dentro de España.
Un bibliófilo que se precie contará en su biblioteca con los cuatro tomos de la edición de El Quijote de 1780, el más bello de todos los impresos; el Salustio (1784) —como el anterior, salido de la imprenta de Ibarra—, y la Historia de España del padre Mariana (1751). También es común que cada uno se especialice en una temática concreta —tauromaquia, cartografía, leyes, náutica, el gótico—, una época histórica o una zona geográfica e, incluso, un autor, ya que los hay que sólo coleccionan obras relacionadas con Shakespeare o Picasso impresas por Aldo Manuncio o la familia Elzevir.
Ni compran colecciones enteras, ni duplican ejemplares. Tampoco prestan sus libros y mantienen una relación de confianza con un limitado número de libreros. En sus estanterías, priman las rarezas y las obras que marcaron una época, como el Liber Chronicarum, primera gran empresa editorial del mundo, una historia de la Humanidad escrita por Hartmann Schedel, en Nuremberg en 1493, con 1.800 grabados; o la colección de atlas del mundo, Atlas Maior, del holandés Johanes Blaeu, del siglo XVI.
No todos, pero sí los más minuciosos, dedican horas a conservar sus libros, metiéndolos en bolsas para asfixiar a las polillas y protegiéndolos del sol y del aire. "Señora, hay un libro en el congelador, ¿qué hago?", recuerda Lola Narváez, esposa de Caruana, que le comentó una vez su asistenta. El frío es la fórmula ideal para acabar con los bibliófagos. Pero el enemigo número uno de los libros es la humedad —que se regula con un humidificador— y, tras ésta, la luz intensa y los insectos, que surgen con la quietud o el abandono y la oscuridad.
Mercado. Raro es que un gran coleccionista adquiera una obra fuera de una subasta, una testamentaría o el medio centenar de anticuarios que hay en España. Atrás quedan los años en los que el Rastro o la Cuesta de Moyano, en Madrid, eran fuente de tesoros ocultos. "El interés por el libro es local, pero los libreros acudimos a casas de subastas de todo el mundo para traerlos", señala Susana Bardón, que ha seguido los pasos de su padre. Sotheby’s, Christie’s, Pierre Bergé, El Remate..., los grandes subasteros ingleses, norteamericanos, franceses y españoles son los que ofrecen estas delicias para bibliófilos: obras impresas, manuscritos, códices, pliegos...
Pero en esta canalización del mercado del libro influyen también la necesaria transparencia y la legalidad de las adquisiciones. Los fraudes no son comunes pero existen. Hace dos años, la Guardia Civil recuperó 249 libros impresos entre 1450 y 1800 —12 de ellos incunables, es decir, impresos antes de 1501, en los primeros 50 años desde la invención de la imprenta—, supuestamente sustraídos del Seminario de Cuenca. La mayoría de ellos habían sido comprados en la casa de subastas madrileña Durán y estaban ya en las vitrinas de sus honestos compradores, ajenos al supuesto hurto. Una de las obras, Grandezas de la Monarquía Española, editada en el siglo XVI y adquirida por el PSOE, había sido entregada como regalo al Príncipe Felipe con motivo de su boda. Tras el enlace, el grupo político, abochornado, tuvo que solicitar a la Casa Real la devolución de la valiosa pieza para entregarla a la Guardia Civil, que aún la retiene en su poder.
Los libreros afirman que de seis años a esta parte, la carestía de libros ha elevado notablemente su precio. "Los precios no tienen nada que ver con los de hace 10 años", afirma Javier Gómez Navarro, el principal coleccionista español de libros sobre viajes. Internet contribuye a igualar los precios entre los países mientras que el año Quijote, celebrado en 2005, revitalizó el sector y lo abrió más allá del ámbito del coleccionismo. "El año pasado compramos tres colecciones cervantinas", señala Bardón.
Un manuscrito perdido de una fuga de Ludwig van Beethoven — descubierta hace más de un siglo— se vendió en Londres, hará unos tres años, por 1,47 millones de euros. En París, la casa de subastas Pierre Bergé remató en 520.000 euros una carta impresa que informa de la llegada de Colón a España. Una primera edición impresa de Los Caprichos, la primera serie de grabados de Goya, se vendió en París por 320.000 euros. Queda claro que la pasión de coleccionista es cara, de ahí que, irónicamente, algunos bibliófilos afirmen que la fiebre del libro no dura eternamente.

Fuente: http://www.elmundo.es/suplementos/magazine/2006/343/1145640218.html

DECALOGOS DEL COLECCIONISTA


Este lo saque de : http://www.supercomics.com.mx/?p=1076 elaborado por Paco Espinoza, Rodrigo Álvarez y Gustavo Martinez. Es muy realista de como nos sentimos y esa ansiedad e impaciencia que nos caracteriza!


1.- No dejes para mañana lo que puedes conseguir hoy (recuerda que al otro día puede ya no estar).

2.- Si no lo puedes comprar, no le digas a otros donde lo pueden conseguir (seguro te lo van a ganar).

3.- Visita con frecuencia a tu proveedor (Probablemente la semana que no fuiste tuvo lo que buscabas).

4.- No vendas, ni regales o prestes un objeto de tu colección (nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido).

5.- Nada es suficientemente caro, ni suficientemente barato si cubre un hueco en tu colección.



6.- Si otro coleccionista tiene lo mismo que tú, el tuyo esta mejor.

7.- Cuando consigas algo nuevo, ¡¡¡PRESÚMELO!!! (Sino, para que lo tienes).

8.- Investiga, compara y valúa continuamente tu colección (puede que no sepas lo que tienes)- 

9.- Guarda, ordena, cuida y aumenta constantemente tu colección (Piensa cuanto gozaba Rico McPato en su bodega).

10.- Recuerda que si tu lo coleccionas, ¡¡¡VALE LA PENA!!!







1- AMAR LO QUE UNO COLECCIONA.- Es el comienzo básico de un coleccionista.No buscar un valor económico. Es tan importante una colección de cortaplumas, como una de porcelanas alemanas.- Además cuando uno compra lo que le gusta podrán engañarlo con el precio, pero en cuanto a la belleza y el gusto será imposible.

2- ESPECIALIZARSE.- No se puede coleccionar "de todo ". Muchas veces vemos en las subastas de antiguedades a personas adineradas que compran compulsivamente, sin saber muchas veces lo que compran. Hay que especializarse en algo, de otra forma nunca se podrá tener una colección importante de algo ni saber todo de un tema .-

3- SABER DEL TEMA.-. Desde el comienzo, conviene saber algo sobre el tema para evitar errores y engaños. Con el paso del tiempo y a medida que incrementa su colección, se transforma en un auténtico experto en la materia.-

4- CONTAR CON EL ESPACIO ADECUADO.- Por supuesto que si tenemos dimensiones reducidas no podemos coleccionar estatuas tamaño natural y fuentes de jardín. Debemos contar con el espacio necesario para organizar y seleccionar nuestra colección.-

5- POSEER MEDIOS ECONÓMICOS.- Tener los recursos suficientes de acuerdo a lo que coleccionamos y buscamos, una vez que nos ha atrapado la vorágine del coleccionismo deseamos las piezas cuando las encontramos y no escatimamos esfuerzo en que sean nuestras.-



6- APRENDER Y DOCUMENTARSE.- Lograr conocer mucho sobre el tema , preguntando a otros colegas y tratando de documentarnos con libros y escritos que aún son muy escasos en Argentina.

7- VER MUCHO DEL TEMA.-. Es inprescindible reforzar la regla anterior asistiendo a las ferias y exposiciones que se realizan a lo largo del año y visitar tiendas y galerías.Un buen coleccionista debe frecuentar, interesarse por sus piezas, preguntar, atender y asistir a subastas para conocer de primera mano los precios en que se rematan las piezas.

8- FORMAR PARTE DE ALGÚN CLUB DE COLECCIONISTAS.- Si bien en nuestro país aún son escasos estos grupos, hay que fomentar su creación pues de esta interactividad se aprende día a día.

9.- SELECCIONAR Y CLASIFICAR.- No debemos acopiar objetos, debemos clasificarlos y estudiarlos sabiendo hasta el último detalle de él, para saber así qué lugar ocupará en nuestra colección.

10- EXPONER Y COMPARTIR- Uno de los principales orgullos de un coleccionista es "mostrar"su colección, busquemos un lugar de la casa en la que cada visita pueda disfrutar también de nuestra colección y no perdamos oportunidad de que otras personas vean nuestro esfuerzo.

UNA HISTORIA DE JUGUETE


Ya olvidados el dinenti, la gata parida, cachurra y la billarda, y en proceso de olvido el balero y las bolitas, fue durante la segunda mitad de este siglo cuando los chicos ingresaron en la etapa de los juegos para jugar sentados, profundizada actualmente por la popularidad de la computadora.
Correr y saltar y andar por los aires en las ramas de los árboles constituyó una manera de jugar que fortalecía hasta los músculos más recónditos; los soldaditos y las bolitas, para ser jugados en el suelo, dieron lugar a un estilo de hinojos, casi sedentario, que a su turno desarrolló el tamaño de las rodillas infantiles. Y los juegos de mesa y más tarde los computadorizados abrieron paso, finalmente, a una tercera forma de entretenerse, ya sin abandonar la silla, que viene causando una progresiva ampliación de la zona glútea. He aquí una breve historia del juego infantil, expuesta en tres etapas bien diferenciadas por sus efectos modeladores de la silueta. ¿Qué vendrá después?
Lo que mientras tanto aconteció o aún pudiera estar aconteciendo con el cerebro es algo mucho más difícil de observar.
De todos modos, la evolución general del juguete muestra al menos que los fabricantes fueron haciendo sus productos cada vez más imaginativos y hasta fantasiosos, y que, al contrario y en consecuencia, sus clientes parecen haber tenido progresivamente menos necesidad de emplear su propia imaginación para jugar.
Hasta finales de la Segunda Guerra Mundial no hubo realmente una industria juguetera en la Argentina. El gran impulso se recibió a partir de entonces, cuando los juguetes europeos y japoneses de corte bélico, que durante largo tiempo habían abastecido a un mercado argentino casi de elite, dejaron de fabricarse y comenzaron a ser copiados aquí, donde no existía -no podía existir- un rechazo tan visceral a todo lo que exaltara la guerra como el que sentían quienes acababan de sufrirla en carne propia.
Una baja de los precios justificada por la copia amplió notablemente el mercado local. Fabricantes de otro tipo de juguetes irrumpieron también en la plaza nacional, respondiendo a la nueva importancia de la demanda.
Hasta entonces y desde principios de siglo, los chicos argentinos se habían surtido de juguetes europeos. Eduardo Basseterre (69) empresario y coleccionista de juguetes, arruinó a la edad de ocho años, con un criterio de devastación propio de los hunos, el jardín de su casa para reproducir la Línea Maginot tal como la había visto en los grabados de la revista Leoplán. Empleó en esa ocasión soldaditos de las marcas Schneider, alemana, y Britains, británica.Basseterre recuerda lo caros que eran los juguetes en su época. Su padre le regaló en cierta ocasión 5 pesos para que comprara una pistola Luger de hojalata, cuya visión en la vidriera de cierta juguetería lo tenía desvelado. Y su madre protestó porque esa suma alcanzaba entonces para la comida hogareña de toda una semana.
De chico, Basseterre soñó también con comprar una caja de soldados semiplano franceses, marca Mignot. Nunca le dieron el gusto, seguramente porque ese juguete costaría mucho más que 5 pesos. Le regalaron un Meccano, en el infructuoso intento de hacerle olvidar su veleidad.
Julio Acero Jurjo (67), otro empresario y también coleccionista, recuerda que su primera caja de soldaditos, allá por 1934, estaba hecha en la Argentina y era una "versión folklóricamente libre del soldado francés de infantería de línea".
Guillermo Lorenzutti (47), abogado y coleccionista de cuanto juguete se fabricó y aún se fabrica en nuestro país, padeció una larga nostalgia de los fuertes y castillos que se hacían en algunas cárceles argentinas para el mercado infantil. Con el tiempo y la garúa, pudo volver a comprar los dos modelos que había tenido en la época de sus pantalones cortos. En la base de uno de ellos puede verse un sello penitenciario.Ernesto Quiroga Micheo (70), médico, coleccionista de juguetes en general, rememora la profusión de avisos gráficos que publicaban las jugueterías argentinas hacia finales de la primera mitad del siglo. Recuerda que los más numerosos estaban referidos a los aviones.
Sueltos, los avioncitos de la afamada marca británica Dinky Toys costaban entre 0,55 centavos y 1,50 peso. En una caja con cinco modelos diferentes, el precio era de 3,25 pesos. Quiroga recuerda también un avión marca Mail Plane, cuya hélice funcionaba mediante la torsión de una banda elástica. Volaba hasta una distancia de cien metros y siempre se averiaba un poco más con cada aterrizaje. Se lo habían regalado y todavía forma parte de su colección.
Juan Carlos Baschieri (54), empresario, coleccionista especializado en soldaditos de marcas argentinas, dice que los primeros que tuvo de origen extranjero, marca Britains, habían sido regalo de un amigo -Claudio, el apellido se me ha olvidado- que se los dejó cuando debió emigrar con la familia. Vecinos circunstanciales habían jugado a la guerra cada día durante todo un heroico verano. Tomá -le dijo Claudio cuando se fue-, para que nunca te olvides de mí.
Tenían ocho años y jamás volvieron a verse. Baschieri conserva aquellos juguetes.La producción nacional no es, en términos generales, especialmente apreciada por los coleccionistas argentinos. Se diría que sólo los que jugaron con esos juguetes más que con otros los aprecian y los prefieren a los extranjeros, en buena medida por razones de índole sentimental antes que estética.
Coleccionistas foráneos pagan, sin embargo, buenos precios por los juguetes de origen argentino más característicos. La industria local de juguetes es, sin duda, la más prolífica y renombrada de América latina.
Vispa, una marca pionera en nuestro medio, copió el Jeep loco, juguete de cuerda norteamericano, hecho en hojalata. Era un cowboy que jineteaba cómicamente su vehículo corcoveador. La versión argentina, sin perder gracia, convirtió al personaje en un Estanciero criollo que había cambiado el sombrero texano por un chamberguito gauchesco. Posteriormente, Vispa se asoció con la firma Halcón y juntas produjeron nuevas versiones del Jeep loco, dándole al personaje otras identidades que lo convirtieron en soldado y en payaso.
Halcón, por su parte, ya era famosa por su producción de bicicletas, triciclos, monopatines y rifles de aire comprimido.
Halcón-Vispa produjo además varios avioncitos; entre éstos, modelos parecidos al Mirage, al Piper y al Boeing 707. En 1954 creó el Expreso andino, uno de los primeros trenes argentinos de juguete. Su última versión, decorada con personajes de Disney data de los años setenta.
La misma firma produjo el Tren loco, el Monorriel argentino y varios animalitos de cuerda. Todos estos juguetes, hechos de hojalata, se fabricarían más tarde -tal como habría de ocurrir con los soldaditos de plomo, metal cuyo empleo se prohibió por su toxicidad- con plástico, material que alguna vez ha sido considerado demoníaco porque no pertenece a ninguno de los tres reinos de la naturaleza.
Pero el más antiguo fabricante de juguetes plásticos en nuestro país, cabe recordarlo, fue Rullero, que se especializó en autitos dotados de poderosas sirenas.
Establecimiento Sulky-Ciclo, de Azcárate Hnos. & Escoda, era el creador del sulky homónimo, un vehículo a pedal, pero que parecía moverse arrastrado por un pony o dos, según el modelo. Los caballitos eran construidos convincentemente con papel maché y cuero de vaca sobre una armazón de hierro.Junto con ese vehículo infantil, cuya rueda direccional, colocada bajo la panza del petizo, se gobernaba con un sistema de riendas, Sulky-Ciclo fabricaba también, siempre con el sistema de pedales, un tractor rojo y un auto de carreras que pretendía parecerse a una Masseratti y que solía estar pintado con los colores de Boca Juniors. Cualquiera de estos juguetes bien podía significar la máxima aspiración de un chico en las décadas de los años 40 y 50. Eran juguetes caros, cuyos precios no figuraban en los avisos gráficos, seguramente para no asustar a la clientela antes de tiempo.
La mundialmente famosa megajuguetería FAO Schwartz, con sede en la Quinta Avenida de la ciudad norteamericana de Nueva York, incluyó en su catálogo de 1957 el Sulky-ciclo. Su precio fue de 125 dólares de aquel momento, aproximadamente unos 2500 pesos actuales.
Entre 1921 y 1959, la firma Matarazzo, renombrada también en la industria alimentaria, fabricó una extensa variedad de excelentes juguetes de lata. Entre sus mayores éxitos se cuentan un cuatrimotor DC-4, de cuerda; un colectivo porteñísimo, un camión de bomberos y un tanque de la Primera Guerra Mundial que exhibía en sus flancos una incongruente insignia azul y blanca. Otra fábrica, Buby, que operó desde 1954 hasta 1992, reprodujo a escala y en metal de fundición automóviles como la estanciera IKA y el cross country Rambler, y, en un tamaño mucho menor que el de éstos, un centenar de otros modelos de auto, todos en su cajita. De estos últimos se hicieron cinco ediciones.
Una destacada fabricante de juguetes de chapa ha sido también Gorgo Hermanos, empresa convertida luego en Gorgo SA, que empleó en su gran variedad de vehículos un sistema de propulsión a fricción en vez de a cuerda.
Cinegraf produjo un proyector manual de imágenes coloreadas, impresas en una cinta de papel translúcido, que ilustraban argumentos desarrollados a la manera de la historieta. Empleando un papel similar para dibujar en él, era posible crear o recrear otras películas.
Marilú fue marca y nombre propio de la más famosa muñeca argentina. Era, según la almibarada propaganda que se hacía en la década del 50, una dulce y deliciosa muñequita de ojos expresivos, de suaves y finas facciones. Entorna sus párpados, camina y se articula adoptando todas las posturas que su mamita quiera darle. Haga feliz a su nena con una Marilú. Se vende con camisita-calzón, medias y zapatitos. El modelo más grande y caro, de 55 centímetros y con pelo natural, costaba 230 pesos de la época. Con pelo artificial, el precio era de 158. Distintos modelos de vestido para la Marilú valían entre 15 y 35 pesos.
Muchas firmas productoras de juguetes de hojalata incluían en sus catálogos la menajería apropiada para jugar con las muñecas.
San Mauricio, Saxo (juguetes de pila) Galgo, Arturito (trompos de latón y manija de madera) y Rodeo (productora de revólveres de cebita que imitaban al impresionante Colt Frontier) son otros nombres de fabricantes argentinos de juguetes, así como Ideal (que empleó un irrepetido plástico metalizado), Bambi, Chivi (autor del primer batimóvil argentino, que estuvo hecho en plástico), Duravit (automóviles de caucho, con bien ganada reputación de irrompibles), y Hércules y Birmania, productores de vehículos anfibios y lanchas de desembarco, hechos de madera y con gran realismo.
Entre los juguetes argentinos didácticos cabe recordar El cerebro mágico, que data de 1948 y que en sus primeras épocas funcionó con corriente eléctrica y luego con pilas, y Chan, el mago que contesta, mecanismo movido con imanes. Ambos juegos estaban concebidos sobre la base de preguntas con varias respuestas opcionales. Los aciertos los certificaba el cerebro encendiendo una lamparita, y el mago lo hacía girando sobre sí mismo para señalarlos con la varita maravillosa de su oficio.
Los juegos de mesa más o menos basados en el azar y que alcanzaron mayor fama fueron el Royal ludo, la Oca, El Linyera, La batalla naval, El desembarco y El estanciero. Algunos de ellos eran meras copias de juegos ideados en otros países, y en algunos pocos casos, como por ejemplo el de El estanciero, una adaptación local del Monopolio, famoso juego de origen norteamericano.
Pero, sin duda, el juguete favorito de los varones argentinos fue, hasta la década del 60, el universal soldadito, fabricado en plomo durante su época de mayor esplendor y luego en plástico, encarnadura de su decadencia entre nosotros. Quizá deberían situarse inmediatamente detrás del soldadito en las preferencias infantiles, la granja y el Zoológico, que entre nosotros también se glorificaron en plomo y decayeron en plástico.
Salvo contadas excepciones, durante el largo período en que estos juguetes de plomo fueron meramente juguetes y no objetos de colección como al presente, los fabricantes argentinos copiaron -piratearon, suele decirse sin vueltas- a sus más originales colegas europeos. Cuando no se trató de copias lisas y llanas fueron adaptaciones más bien leves, que rara vez impidieron reconocer, al primer golpe de vista, el origen del soldadito o del animalito copiado.
La mayor originalidad en la producción argentina estuvo a cargo de Karl Sommer, que entre 1947 y 1966 fabricó con matrices propias y con su marca Sudetia soldados y marinos alemanes, cowboys e indios norteamericanos, negros y boers, árabes, animales sal- vajes, figuras de circo, etcétera. Sus soldaditos -usado el término genéricamente para designar toda su producción- eran semichatos, en escala de 35 milímetros.
Junto con Sommer deben mencionarse por su originalidad al escritor Enrique Wernicke en su menos conocido carácter de juguetero, y a Natalio Avondoglio, todo un Gepetto. Wernicke produjo entre 1950 y 1962, con su marca Viruta, figuras inspiradas en el estilo propio de la fábrica de soldaditos francesa Mignot. De hecho, los caballos que hacía Wernicke eran copias sin atenuante. Pero no así muchas otras cosas, como sus personajes y avíos camperos, sus conquistadores españoles y sus chinos de la dinastía Ming.
Avondoglio, propietario de la marca Talín, creó las matrices que dieron origen a las principales y más celebradas figuras de La granja de don Fabián, producida por otra firma juguetera mucho más popular que la suya: EGToys, de Ezio Guggiari. La granja se convirtió, al cabo, en una estancia bien surtida, donde no faltaban los ranchos, el horno de barro, la media res al asador, el aljibe, la parrilla con achuras, gauchos en actitud de malambear y de bailar el gato y la zamba, domadores, reseros, insaciables mateadores y muchas cosas más, sin olvidar entre éstas un gordo toro campeón y un caballo de gran alzada y pelo lanudo, que mira hacia un lado torciendo el poderoso pescuezo.
La firma Talin, de Avondoglio e Hijos, hacía pesados soldados a pie y granaderos a caballo, en 90 milímetros, así como figuras para santerías, en especial las del pesebre. Eran notablemente pesadas.
Por medio de Talin, Avondoglio comercializó otra marca suya de gran fama: Mambrú, que tuvo una espléndida matricería de tropas norteamericanas de la Segunda Guerra Mundial. Eran copias llamativamente buenas de la marca británica Timpo. En determinado momento, hasta consiguieron superar, mediante una magnífica pintura, la calidad del paradigma.
Otras firmas argentinas de gran éxito en el mercado fueron Birmania (desde 1955), de Alejandro Beltramino; Terry (1935-1937), de Carlos Rodríguez Zamboni; Grafil (1950-1954), de Francisco Grasso y Cía, y Austrandia (desde 1953) y Roche (1966-1975), ambas de Fernando Chedel. Todas copiaban o bien transformaban parcialmente la producción de Britains, en tanto que las dos últimas incursionaron, además, en la copia de marcas europeas prestigiosas aunque menos populares en la Argentina que las principales de Gran Bretaña, Francia y Alemania.
Grafil reprodujo con especial suceso las figuras Britains del circo y añadió a éstas una pareja de liliputienses muy buenos mozos: él de frac, bastón y galera, y ella de largo, con espumosos volados que descendían en cascada a la sombra de una capelina.
Por su parte, Birmania produjo no sólo soldaditos de la Segunda Guerra Mundial, sino además una serie numerosísima de complementos, como las lanchas de desembarco -ya mencionadas en otra parte de este artículo-, trincheras, parapetos de bolsas y cercas de inofensivo alambre de púa. Todo esto le permitía a la firma armar espectaculares dioramas en las vidrieras de su establecimiento, por aquellos años situado estratégicamente sobre la avenida Santa Fe, a la altura de Riobamba.
En la década del 70 llegaron al país matrices norteamericanas que fueron usadas durante un lapso determinado para surtir el mercado local a precio más bajo que el de importación, en virtud del menor costo de mano de obra. Luego, esas matrices se devolvían a la fábrica de origen.
Así ocurrió con la parte básica de la larga serie de personajes de la Guerra de las galaxias, y otro tanto aconteció años más tarde, en la década del 80, con la galería de personajes, también sumamente extensa, de la serie televisiva He Man, realizada en dibujos animados y que sería más tarde llevada al cine con un elenco de actores encabezado por el grandote Ralph Lundgren.
Todos esos juguetes se hicieron de plástico, a veces con partes de goma, como el caso de las cabezas de los muñecos articulados de He Man. En la actualidad, la inmensa mayoría de los juguetes es importada. La otrora pujante industria argentina del juguete ha quedado fuera de juego.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/212059-una-historia-de-juguete

EL COLECCIONISTA DE JUGUETES - JAMES GUNN

Hace un tiempo lei este libro que me atrajo por el tema que trata. No voy a dar una opinion en cuanto al mismo, ya que siempre es algo subjetivo. Aca va la data:

AutorJames Gunn
Colección: Literatura mondadori
Encuadernación: Tapa blanda
Páginas: 288
Sinopsis:
En el verano de 1995 James Gunn, un joven de veinticinco años, se dedica a traficar con drogas robadas del hospital Saint Dominic, donde trabaja, para financiar su adicción a coleccionar juguetes de culto. Entre borracheras y ligues, Jimmy pasa las horas en la tienda de antigüedades de Charlie Brown gastando miles de dólares en robots, juegos y muñecos, todos ellos personajes que poblaron su infancia y que en la actualidad le sirven para rememorar aquellos maravillosos momentos de felicidad y abandono. 
Jimmy y Tar, su hermano pequeño, son fruto de una familia suburbana en descomposición. Tar ha conseguido rehacer su vida, convirtiéndose en un hombre respetable y responsable, mientras que Jimmy es todavía un ser inmaduro y autodestructivo que añora el tiempo pasado y la inocencia perdida, incapaz de superar su tristeza y su rabia. 

«Gunn ha conseguido crear un personaje muy atractivo, un héroe conmovedor e ingenioso. El lector apostará por este estrambótico perdedor cuya divertidísima personalidad brilla por encima de la miseria y la desesperación.» 
Publishers Weekly 

«Gunn es un autor extremadamente divertido con un ritmo narrativo excelente y un sentido del humor más negro que el alquitrán.» 
SPIN.

miércoles, 15 de mayo de 2013

AVENTURAS DE HIJITUS: UN CURIOSO ENCUENTRO

Hijitus nace como historieta propia en la revista "Antifáz",que aparecía con sus aventuras en colores, como invitado especial en el año 1968. En diciembre de 1969, la editorial García Ferré, hace su lanzamiento como "Aventuras de Hijitus" presentando "Piedras en la luna" o "Sucedió en Vodkalavia". Más tarde, la revista incluía también los pequeños libros de colección, de la literatura universal. La historieta permaneció 12 años en los kioscos y fue reeditada en 1983. Hijitus también aparecía con sus aventuras
en la revista Anteojito, demostrando una vigencia permanente.


Tapa del N° 172


En el numero 172 de la revista, se produce un curioso encuentro: Super hijitus y Mundialito se unen para recuperar la copa del mundo robada por Neurus y Pucho por orden de Granhampa. Por motivo del mundial de futbol, Mundialito se hace presente en Trulala para exhibir el trofeo mundialista. De acuerdo al plan de Neurus, Pucho se disfraza de camarografo sueco, y el, escondido en una valija, queda dentro de la exposicion. Una vez cerrado el lugar concreta su plan de robo. Luego de varias aventuras Super Hijitus y Mundialito recuperan el trofeo junto a otros elementos que formaban parte de la coleccion de Granhampa. En sintesis: un original y curioso ejemplar de la revista.


lunes, 13 de mayo de 2013

“Si hubiéramos guardado las figuritas, hoy no tendríamos nostalgia”


No sabían los chicos del pasado (no podían saberlo) que aquellos papelitos que manipulaban con sus manos sucias de ir a la escuela o de robar mandarinas en las tapias, serían piezas de un nuevo coleccionismo cuyo valor hoy se revela inestimable.
Nunca hubieran podido saber los chicos de antaño que aquellos jugadores impresos en cartón redondo que se jugaban contra la pared, que aquellos tarjetones del “Lobo” Fischer y Rattín, que aquellas caricaturas del “Pato” Fillol, de Houseman y el “Chivo” Pavoni, hoy serían piezas de museo.
Tampoco lo sabía, hasta hace muy poco tiempo, Rafael Bitrán, historiador y librero porteño quien seguro pasará a la historia como el autor de los primeros catálogos de figuritas nacionales. También como uno de los primeros investigadores en aplicar un rigor cuasi filológico para comprender un fenómeno social que involucró la niñez de millones de argentinos.
La confección de un catálogo único
Estamos en su librería de usados de Pueyrredón 731 en la Capital Federal. Y allí, al mediodía de un sábado mientras habla por teléfono con sus hijos pequeños (el tema es un cuestionario de fútbol de todos los tiempos donde hace gala de la historia de su amado Boca Juniors) Rafael se hace un tiempo para esta entrevista.
-¿Cómo empieza esta pasión tuya por los “ídolos de cartón”?
-De pibe era fanático de las figuritas pero no me quedó casi nada. Y es que las figuritas se tiraban. Pero cuando puse este local y empecé a comprar libros, empezaron a aparecerme también algunas figuritas que me ofrecían. Y eso me re entusiasmó. Era el año ´92. Y entonces me puse a coleccionar solamente las de Boca, después todas las de fútbol que encontraba, y al final todos los álbumes de mi época.
-Por lo que se ve, la cosa no terminó ahí…
-No. La cosa se abrió más todavía. Y entonces empecé a coleccionar todo lo que eran figuritas argentinas hasta los años ´80, porque hasta esa época, las figus mantienen más o menos el mismo estilo. En el año 2002, cuando hacía ya diez años que coleccionaba, mis amigos me alentaron a publicar un libro. Y entonces con mi amigo Francisco Chiappini hicimos el primer catálogo de figuritas de fútbol: “Malditas difíciles”. Después sacamos “Ídolos de cartón”, que abarca otros temas, como los actores de cine, los personajes de historieta y los Titanes en el Ring….
-¿Fue difícil catalogar las figuritas nacionales?
-Sí porque no existía ninguna fuente a qué agarrarse. Y es que las empresas que publicaban hasta los ´80, desaparecieron todas. Pero lo más difícil fue determinar qué era figurita y qué no era; es decir, unificar criterios.
Y entonces con admirable precisión metodológica, Rafael explica en qué radicaba tal dificultad.
“Había dos criterios. El primero, muy estricto, dice que figurita es sólo aquello que viene envasado como producto exclusivo. El segundo, el más amplio, incluiría todos los cromos que, entre fines del siglo XIX y principio de los años ´30, acompañaban las golosinas y sobre todo los cigarrillos; es decir que estaban dirigidas a un público adulto. En este segundo caso, la figurita no era algo exclusivo, sino un producto que acompañaba a otro”.
Y la dupla Bitrán-Chiappini se inclinó, finalmente, por el criterio más amplio.
“Es raro –continúa Rafael- pero la figurita como tal, empieza en nuestro país después de la Segunda Guerra Mundial. Y empieza, justamente, con “Nestlé”, que antes sacaba las figus en los chocolates. Y también con “Starosta”, que es el símbolo de la figurita nacional entre los años ´30 y los ´50. En los ´60, la empresa clave se llama “Crack”, fundada por ex jugadores. También aparece “Stani”. A partir de los ´80, las multinacionales terminan copando el mercado, que es lo que se mantiene hasta el día de hoy.
 Posmodernidad sin figus difíciles

-¿Los chicos de hoy ya no juntan figuritas?
-Juntan, pero de una manera muy distinta. Las generaciones de pibes nacidos entre los años ´20 y ´80, con todas sus diferencias, compartían algo, y era el hecho de saber que las figuritas constituían un divertimento de los 5 ó 10 que tenían. Para el chico nacido a partir de los ´90, la figurita es un divertimento entre mil estímulos visuales distintos. Y en sus imaginarios, las “figus” pierden contra la computadora con sus miles de programas, contra Internet o contra la Playstation… Los pibes de hoy casi no juegan a las figuritas. Y no sólo porque no les interesa demasiado, sino porque las “figuritas ya no vienen de chapa ni de cartón; ya no están concebidas para jugar.
-Además, hoy se pueden mandar a pedir las que faltan para llenar el álbum a la compañía que las fabrica…
-Claro. Ya no hay más difíciles. Pero si las hubiera, ¿qué le vas a ofrecer a cambio a los chicos? ¿una pelota? Los pibes de ahora tienen mil pelotas. Hoy las podés conseguir baratas en cualquier supermercado. En mi época, en cambio (y yo nací en el ´66) la pelota era casi un lujo, un artículo difícilmente accesible.
-¿Tu generación no valoraba el álbum en sí?
-El álbum nos gustaba, pero en esa época no teníamos la perspectiva del tiempo ni de la desaparición del objeto. Cómo será que en mi búsqueda de figus, yo trato de rescatar los sobrecitos, algo que tirábamos de manera inmediata y que hoy es una de las piezas más difíciles de conseguir. Lo cierto es que si todos hubiéramos guardado las figuritas, hoy no tendríamos nostalgia.
-¿Dónde se consiguen las figuritas de colección?
-Esencialmente en Internet. También en plazas y ferias de libros, como Parque Rivadavia, acá en Buenos Aires. Pero ahí normalmente encontrás figuritas de los años ´90 en adelante.
-¿Hay algún precio oficial de catálogo para las figuritas antiguas como lo hay, por ejemplo, para las estampillas?
-Es imposible ponerle un precio a las figuritas. Aún vendiéndolo carísimo, un álbum termina siendo siempre barato. A diferencia de las estampillas, las figuritas nunca van a tener un precio de base, porque las estampillas, mal que mal, se guardaban. Siempre se supo que tenían valor. Si yo soy filatelista y tengo diez mil dólares, voy a las grandes casas y me compro un montón de cosas. Pero si con esa guita quiero comprar figuritas, nadie me garantiza que consiga lo que quiero. Con esto te quiero decir que las figus no dependen de la plata. Además, lo que conseguís en filatelia de manera mecánica, no se compara con el misterio de encontrar una figurita que buscaste mucho tiempo.
-¿Importa mucho la poesía de la búsqueda?
-Claro. Esto no es sólo coleccionismo del pasado, sino del presente. Porque en verdad, yo más que figuritas terminé coleccionando momentos, esos que fui viviendo con la excusa de juntar jugadores. Y esos momentos son amigos, son encuentros, son alegrías…
Coleccionistas de la melancolía
-¿Cómo definirías el perfil de los coleccionistas de figuritas? 
-En general, es gente entre 30 y 45 años que sintió la llegada del “viejazo”. Generalmente esa melancolía te agarra cuando terminaste la universidad o te casaste o tuviste pibes. Entonces tenés una perspectiva de la vida que antes no tenías. Antes, el tiempo era sólo avanzar. Después ya empieza a no ser tan así.
-¿Se puede recuperar la niñez perdida con las figuritas?
-Se pueden recuperar sensaciones, olores, momentos que uno creía perdidos. Aunque te parezca mentira, las figuritas te abren puertas secretas de la memoria. Yo tengo una figurita que no sé por qué, me hace acordar a un olor que ya no lo puedo describir…
Será por eso, por la recuperación tan singular de las sensaciones, que ni los 500 álbumes ni las cientos de miles de figuritas que fue comprando Rafael desde que tiene su librería, se comparan en valor afectivo a las que sus manos de niño supieron conseguir y que aún conserva.
“Son pocas las que me quedaron pero son las más queridas. A esas las tengo aparte”, dice, como si hubiera salvado en una pequeña Arca de Noé un pedazo de su infancia en formato de pequeños cartoncitos polícromos.
“Por más que a esas mismas figuritas las consiga mil veces comprándolas, no es lo mismo”, jura y perjura Rafael. Y las almas melancólicas que perdieron mucho más que la infancia, se lo creen a rajatabla.
En busca de la infancia perdida

El referí en el álbum de figus “Canchita” de fines de los ´70 con los personajes de historieta jugando para River y Boca, Independiente y Racing, Huracán y San Lorenzo; la Mona Chita del álbum de Tarzán en los ´60; la bandera de Mali en una serie de los años ´50; la tarántula de “Maravillas del mundo” a principios de los ´80, la tarjeta de Mukombo, delantero de Zaire en Alemania ´74 o la redondita de Juan Carlos Puntorero, delantero de Atlanta en el álbum “Fulbito” de 1964; y sobre todo la “troquelada” del “Lobo” Fisher, delantero de San Lorenzo, en el álbum “Crack” del ´68… ¿Quiénes, de todos los hombres que lean esta nota no van a recordar alguna de las “difíciles” que “no supiéramos conseguir”? ¿Quiénes no buscamos en interminables siestas de la memoria una de aquellas figuritas imposibles que nos hicieron soñar como un Santo Grial a un soldado de las Cruzadas?
Pero en aquellos tiempos, las figuritas no sólo nos obligaban a un pequeño safari filológico entre las manitos sucias de nuestros compañeros de grado. También nos impulsaban al desafío viril cuando nos jugábamos el montón de repetidas contra el mejor jugador del barrio. O al negocio mercantil cuando buscábamos cambiar “una” fácil por una “difícil” o pagar pocas por una que sabíamos que valía muchas. Pero sobre todas las cosas, las figuritas nos obligaban “al conocimiento”; eran pedacitos de información enciclopédica que nos permitía reconstruir el mundo. Como si a todo el saber lo hubieran convertido en papel picado y tirado en una fiesta de carnaval sobre las cabecitas de todos los niños. Hoy, muchas de esas cabecitas que hoy peinan canas, reconocen que aprendieron las capitales del mundo, las banderas de América, las ciudades alemanas del mundial, la fauna del África, los mapas y los escudos de las provincias argentinas o la producción y las costumbres de los principales países del mundo gracias a coleccionar figuritas. En esta ciudad, se supo que algunos futbolistas que compartieron campito con varios de nosotros, también salían en las figus: José Gilli, la “Pepona” Reinaldi, el “Zurdo López, el “Loco” Salinas, Claudio Arzeno, el “Cachorro” Lupo; el Negro Miguel Angel Ludueña; Mauro Rosales y Franco Jara… Pero lo que aprendimos todos los varones, era que una pelota que se ganaba por llenar un álbum, era mejor que cualquier pelota regalada del planeta. Aunque hoy, muchos daríamos todas las pelotas por un solo álbum de aquellos, acariciados por nuestras manos de cachorro de la raza humana, en un intento por recuperar la infancia perdida. La razón le asiste a Rafael Bitrán cuando dice Si hubiéramos guardado las figuritas, hoy no tendríamos nostalgia”
 fuente: http://www.elregionalvm.com.ar/?p=600