Las figuritas o cromos, como se la conocen en España, son parte del recuerdo infantil de varias generaciones. Hoy esos recortes coloridos de papel tienen que ver con el negocio del entretenimiento de los medios masivos, el merchandising, como se lo conoce. Si bien estas colecciones siempre estuvieron vinculadas al mundo comercial, en otras épocas las figuritas eran el soporte de cultura, ciencia y educación. Encuentro en mi casa uno de los álbumes más antiguos de la Argentina: El álbum Nestlé “Las maravillas del mundo” y aparecen historias detrás de sus tapas desteñidas.
Sorprende que miles de niñas y niños se hayan entusiasmado por coleccionar figuritas de pájaros, animales, insectos, peces, plantas, constelaciones, ferrocarriles y puentes. Sucedía hace medio siglo, o más. Esas pequeñas imágenes estaban acompañadas de textos escritos por científicos europeos, con información avanzada para la época, que excedía los contenidos comunes de la escuela. Es así como los chicos entraban en contacto con la ciencia y la tecnología en un mundo donde no existían la televisión e internet.
El álbum que tengo en mis manos es del año 1932. Fue impreso por la filial argentina de la multinacional suiza de la alimentación Nestlé y era el primer tomo de “Las Maravillas del Mundo”. Es un libro de tapas duras, con lomo, y en su introducción indica:
La tendencia a coleccionar que muestran los niños merece toda clase de estímulos: crea a los jóvenes las ideas del ahorro, de orden, de conservación y la legítima ambición de aumentar constantemente su propia colección. Esta afición por las colecciones constituye, bien dirigida, más que un pasatiempo, una parte de la educación completa de la juventud.
¿Cuál será la mejor colección?. La que despertará mejor la curiosidad del niño, la que le desarrollará ideas estéticas y avivará su natural instinto de saber de cosas situadas más allá de los estrechos límites de la casa. Y en los tiempos actuales, nada responderá mejor a estos fines que el conocimiento anticipado, por medio de la imagen, de los países desconocidos, de los tesoros de la naturaleza y de la ciencia, de las invenciones aplicadas a la práctica de una técnica en constante perfeccionamiento.
En su época, hace 80 años, estos enunciados hablaban de una incipiente responsabilidad social de la empresa Nestlé con sus consumidores, ya que, además de productos, distribuían conocimiento a partir de su propia ideología. Y lo hacían con figuritas que incluían en sus chocolates, los que se vendían en kioscos y almacenes. Allí se podían ver dibujos coloridos de pájaros antófilos, cavernas de las profundidades dela tierra, animales que emiten luz, flores gigantes, insectos raros, la tumba de Tutankamon, ferrocarriles de montaña, serpientes de árboles, el origen de la vida, las arañas extrañas, las grúas, las constelaciones y los animales transparentes. Contenidos que hoy están en numerosas documentales televisivas, pero que a mediados del siglo XX no podían ser conocidos a no ser por estas iniciativas de divulgación científica.
Estas colecciones, si se completaban, recibían algún estímulo o premio. Pero muy pocos lograban tener todas las figuritas. El álbum que poseo está completo.
Es obvio imaginar que algunos contenidos estaban atravesados por un momento político y social muy particular, en los inicios de la Segunda Guerra Mundial y con la enorme influencia del nacionalsocialismo en Europa.
Como parte de una época segregacionista, se incluía el tema de las razas humanas abordado con elementos científicos de su autor, Dr. A. Koelsh del cantón suizo de Rüshlikon.
Allí se puede ver que la primer figurita es una mujer de piel blanca identificada como “Tipo puro del Norte” comparada con la figurita Nº8 que muestra a una nativa de Tasmania.
El autor indica: “Véase cuánto se diferencia esta mujer de norte, con sus cabellos de un rubio muy claro, su cara oval, sus ojos azules y su piel blanca, comparada con la tasmaniana cuya cabeza redonda cubierta de cabellos cortos y ensortijados nos presenta una nariz aplastada encima de una boca ancha, con su labio inferior prominente”. Parecía que comparaba la bella y la bestia.
Pese a ello esas “figus“ despertaban inquietudes y permitieron alcanzar ciertos conocimientos propiedad de los hombres de ciencia, embebidos en los tiempos violentos en los que vivieron. Cuando las ideas contrastaban con el autoritarismo y nacian sistemas político totalitarios, dictaduras y dictadores.
Hoy las figuritas se alejaron de esas épocas, evolucionaron y se transformaron en una extensión del cine y la televisión, con los rostros plásticos de los artistas mediáticos, de personajes de los dibujos animados o ciertas estrellas del deporte. La ideología que transportan es la del mercado de consumo masivo, que incluye ropa, bebidas, comidas, música, cine y televisión, creando modas y modos para los mas pequeños.
Más difícil que araña con cola.
El álbum Nestlé tenía una figurita que por la dificultad de conseguirla imprimió una frase popular que la escuche en mi niñez: “Más difícil que araña con cola”. Precisamente esa imagen representó el desafío de los chicos y chicas, y refería a una criatura de origen americano que adorna su tela con pequeños sacos en forma de perlas en donde deposita sus huevos.
Cuantos chocolates vendió Nestlé a los clientes que querían encontrar esa figurita, no lo sabemos. Lo cierto es que allí reside el entusiasmo por coleccionar: obtener aquella que todos anhelan y que muy pocos poseen.
Melancólicos recuerdos.
Recuerdos de mi barrio es un blog sobre el pasado de Villa Ortuzar, en la ciudad autónoma de Buenos Aires. Un tal Aldo escribe sobre este álbum, del cual se conservan muy pocos. Además relata la forma en que se jugaba con ellas y algunas viñetas del pasado porteño:
Las “figuritas” tenían un lugar preferente en nuestros juegos de niños. Podían ser de hojalata (chapitas), cartón o cartulina, redondas o rectangulares.En el álbum Nestlé se desarrollaban interesantes temas de ciencias naturales, geografía, historia. En la página impar se pegaban las figuritas y en la par se explicaban los temas a que ellas se referían.
Algunas sólo se coleccionaban, como las de los chocolatines Nestlé (con ellas se llenaba un álbum que tenía una “difícil” con la imagen de un tucán), los Pesos Godet y Starosta (se podían canjear por premios y con $ 5000 Godet se recibía una pelota de cuero nº 5, un sueño inalcanzable para un purrete de aquella época).
Otras, en cambio, se utilizaban en nuestros juegos y eran parte de colecciones con equipos y jugadores de fútbol (nuestras preferidas), corredores de autos, boxeadores, artistas de cine nacional o aviones y barcos militares, etc.
El intercambio de las figuritas repetidas era constante y, los más pequeños desconfiaban cuando los mayores le ofrecían muchas (“un toco”) por alguna figurita.Ojo! Seguro que era una “difícil”.
Las anchas veredas de Triunvirato eran el escenario de mis juegos de figuritas con Enrique y Carlitos, mis vecinos y amigos más cercanos.
El arrime era la variante del juego más común entre nosotros. Consistía en dejar las figuritas lo más cerca posible de la pared y el que lo conseguía, si se jugaba sin “revoleo”, ganaba todas las figuritas en juego.
Si se “revoleaba”, el mejor posicionado las arrojaba al aire al aire y ganaba las que quedaban “caras”. Las cecas las revoleaba el segundo, recogía sus caras y sus cecas pasaban al tercero, así hasta que no quedaran más cecas o llegaran al último que, directamente, se quedaba con las figuritas que no habían salido cara en ninguna oportunidad.
En el “espejito” se trataba de voltear una figurita parada contra la pared. El que lo conseguía se quedaba con todas las figuritas jugadas.
Para el “chupe” se colocaban las figuritas en el suelo, con la cara hacia arriba, y había que voltearlas golpeándolas con la palma de la mano.
El juego llamado “tapadita” consistía en tapar algunas de las figuritas previamente colocadas con las propias, arrojándolas planeando desde el cordón de la vereda. Cuando se lograba, se llevaba la de uno y la tapada.
Para considerarse tapada la figurita tenía que cubrir, al menos, la mitad de la de abajo, lo que daba lugar a frecuentes discusiones que, en oportunidades, eran fomentadas por algunos pícaros para aprovechar el descuido, pisar alguna figurita y llevársela pegada a la suela de la zapatilla, a la que previamente le colocaban un chicle.
Contar las figuritas, mientras se observaba si se había “ganado” una nueva, daba un extraño placer. Mientras decíamos “la tengo o “no la tengo”, separábamos las poco usadas de las viejas, más blandas y ajadas, y las que íbamos a utilizar para jugar de aquellas que guardábamos, las más “difíciles”.
Las figuritas originariamente venían con las golosinas, por lo general en chocolatines que, en mi tiempo, valían 5 centavos, aunque después se vendieron solas en sobrecitos.
Las niñas tenían otras, brillosas y con imágenes de princesas o flores, y sus juegos eran otros juegos.
Es notable que de las figuritas se forjaran dos expresiones muy populares: “No te hagás la figurita difícil” para manifestarle a alguien que no se dé ínfulas y “es una figurita repetida”, diciendo, en forma despectiva, que alguien es muy conocido.
Fuente: http://laterminalrosario.wordpress.com/2009/08/14/figuritas-del-pasado/
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ResponderEliminarGenial la verdad soy un coleccionista enfermo de las bellas cosas de los 70 80 y 90 especial los albunes de figuritas porque era una de las cosas mas buena de mi niñes solo espero tener el libro idolo en carton hay esta abc de los albunes que salieron en la argentina felicito por todos esos hermosos recuerdos gracias gracias muchisimas graciaa
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